Tuesday, June 10, 2008

Le dije al Maestro

Mi mente da vueltas. Estoy mareada de tanto pensar. Trato de poner un alto a esta corriente de pensamientos y no puedo. Me digo a mi misma “ya no pienses en eso”, solo para descubrir segundos despues que estoy todavía pensando en lo mismo. Me regaño a mi misma, me digo que estoy perdiendo mi tiempo, me digo que estoy gastando mi energía en tonterías, reprendo mi debilidad para controlar mi mente, mis pensamientos; la batalla es ardua. Empieza apenas abro mis ojos por la mañana, y me garrotea sin parar hasta la hora de dormir; que digo de dormir, incluso cuando duermo mi mente no deja de atormentarme, de llenarme de pensamientos que crean un constante conflicto de emociones, de razonamientos, de sentimientos.

Ha sido mucho timepo que he vivido con esta guerra dentro de mi. Estoy cansada. Abatida. Confundida. Débil.

Luego llega la frase “hay que florecer donde te han plantado”. Y eso que significa, exactamente????” Y qué si no quiero? Y qué si el lugar no me gusta?

Me siento como si estuviera sentada en una pequeña isla, en medio de un mar embravecido; las olas me golpean sin misericordia y la poca fuerza que me queda desvanece segundo a segundo.

Recuerdo las muchas veces que maldije el ambiente de mi niñez, y me arrepiento. Siempre quise vivir en un ambiente diferente al Cristianismo en el que crecimos; en mi esptupidez pensé que los que no eran cristianos vivían mucho mejor, mucho mas felices. Cuantas veces dije que yo no sería “ministro”? Cuantas veces dije que yo no me casaría con un ministro? Cuantas veces me juré a mi misma buscar otra vida diferente?

Bueno, se me concedió lo que tanto deseaba en ese entonces.

No vivo entre Cristianos. No soy “ministro”. Mi esposo no es ministro. Su familia no es Cristiana. Y la infelicidad en la que viven es desgastante. Las consecuencias del pecado son tan grandes y tan devastadoras que simulan a un gigantesco grano, lleno de pus, que amenaza en explotar e infectar a todo lo que se encuentre cerca.

Como ser luz en esta obscuridad? Como ser la sal de este lugar, si lo único que quisiera es empacar mis tiliches y salir corriendo?

Como quisiera que se me aparecieran dos Angeles, y como a Lot y su familia, me dijeran “sal de esta ciudad y nunca mires para atraz!”

Y en la cúspide de estos sentimientos, salgo despavorida de mi casa, huyendo de mí misma y tratando de dejar atraz mi conflicto interno. Me alejo con mis polluelos a dar una caminata, buscando en la belleza de la naturaleza, en el azul del cielo, en la brisa fresca, solaz para mi alma.

Indudablemente los cielos cuentan la Gloria de Dios.

Es ahí, entre la naturaleza, entre los árboles, alejada del bullicio, donde poco a poco mi mente empieza a ceder, a dar paso a la belleza; los otros sentidos, bloqueados por la corriente incesante de pensamientos, empiezan a despertar; empiezo a oler la naturaleza fresca, la tierra mojada; empiezo a sentir la suave caricia del viento; empiezo a tocar el agua, las flores; empiezo a oir la danza de la naturaleza, el canto de las aves, el ensordecedor sonido del silencio.

Y por ultimo, finalmente llega la realización de que todo es como debe ser; que a pesar de las nubes negras que me rodean, que me amedrentan, que me avisan que viene una tormenta fuerte y destructora, Dios todavía tiene todo bajo control, Dios todavía tiene un plan, Dios todavía está sentado en el Trono, y en medio de mis lágrimas me dice:

“Mi Gracia te sea suficiente”.

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