Marzo.
La primavera está cerca.
Se siente.
La naturaleza empieza a despertar.
Hoy, dia 17 de marzo, éste es el último parche de nieve/hielo que queda en mi jardín.
El invierno ha sido largo y despiadado; el sol se ocultó por varios dias a la vez, dejándonos a merced del frío, de la nieve, del hielo.
Las noches y los dias fueron largos. Tediosos. Sombríos.
Pero justo cuando las esperanzas empiezan a fallar, justo cuando uno se pregunta cuándo volveremos a sentir el calor del sol, cuándo oiremos el cantar de los pajarillos y la risa de los chiquelos, justo cuando uno piensa que ya no puede mas, la tierra da señales de vida.
No importa cuan congelada esté la tierra, cuan duro el terreno, la vida se abre paso.
Me impresiona la fuerza de una frágil plantita.
Uno no quiere ni tocarla, por miedo a quebrarla, sin entender que esa plantita ha pasado por piedra y fuego con tal de salir a la superficie, con tal de sentir el calor del sol.
Este feo parche de naturaleza muerta, se convertirá en un precioso
parche de aspárragos, listos para deleitarnos con su suculento sabor.
Este árbol que parece muerto se llenará de hojas; los pájarillos volverán a llenarlo con sus cantos; los chiquelos disfrutarán por horas tratando de encontrar la mejor ruta para llegar hasta la cima.
Y después se llenará de manzanas y nos regalará su sabor y su delicia por muchos dias.
Y aquí pasaremos muchas noches, recibiendo el calor de las fogatas,
disfrutando los mil y un colores del fuego.
Y los hombrecitos volverán a correr, buscando nuevas aventuras.
Daniel correrá, emocionado, suplicandome que venga a ver la gigantesca araña que ha encontrado. Y yo lo seguiré, llena de curiosidad, lista para ver qué tan grande es la susodicha...
Sólo para encontrarme con una diminuta arañita que apenas
Este en la punta del grito.
Pero con chupón, si no no.
Qué otras aventuras estará planeando?
Y Daniel, listo para seguir a su hermano.
Buscando pajarillos.
Vida nada me debes.
Vida, estamos en paz.
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